Si tuviera que decir qué hora era, creo que me equivocaría fácilmente... Ya no sabía cuánto tiempo había pasado observando a la Luna llena cruzando el oscuro cielo, a través de uno de los tantos agujeros en la pared del destrozado lugar... Mi mente estaba siendo invadida por miles de cosas a la vez, pero el deseo de vengarme de ése tipo nunca desaparecería, sino que prevalecería frente a mis demás emociones...
Ya estaba harto de esperar. Era necesario que me ponga en movimiento... No estaba seguro de si debía ir a ver al ex-Capitán del 12vo Escuadrón... O por lo menos, no sabría decir si estaba dispuesto a ayudarme o no. Por lo menos, atendiendo una tienda, estaba viviendo moderadamente bien, a diferencia de nosotros... No sólo estábamos separados, sino que éramos sólo 3 personas, una de las cuales era un Shinigami sustituto... Por lo que pasaba la mayor parte de su día con su familia...
Aún así, nosotros dos estábamos listos para comenzar a movernos. Después de todo, pasamos todos estos años entrenando, mejorando nuestro control sobre ésta maldición que causó nuestro exilio... Todo sea para eliminar al Shinigami que nos hizo ésto.
Me levanté del lugar en dónde me encontraba, en el tercer piso del arruinado lugar. Mi Zanpakutoh, enganchada en mi cinturón, mientras que bajaba la destartalada escalera, dispuesto a salir de la fábrica. Tomé mi abrigo, el cual estaba colgado sobre uno de los tantos tubos rotos y oxidados que salían de la pared. Hecho esto, ya en la parte inferior de nuestra residencia, abrí la enorme puerta que daba al exterior, mientras buscaba con la mirada a Hiyori... No parecía estar allí en estos momentos. Como sea... La encontraría tarde o temprano. Comencé a caminar por la oscura noche. El viento soplaba fuertemente, tal parece que una tormenta se avecinaba. Y así era, se podía notar el cielo cubriéndose de oscuras nubes poco a poco...
Bueno... Supongo que una visita rápida no va a matarlo, no?...
Y ya ando de nuevo hablando sólo... Carajo...
Quizá no estaba dispuesto a ayudarme directamente, pero estaba seguro que Urahara podía darme unos consejos... O quizá sabía dónde comenzar a buscar. También era posible que se negara a hablarme, pero no perdía nada con intentarlo. Mientras el viento agitaba mi cabello y mi abrigo, me dirigía silenciosamente a la vieja tienda de Urahara...